DEMOCRACIA DELEGATIVA - Guillermo O’Donnell


PoreGov- Postado em 01 abril 2013

 

DEMOCRACIA DELEGATIVA*
Guillermo O’Donnell
 
Guillermo O’Donnell, cientista político argentino, es Profesor de la cátedra 
Helen Kellogg de Estudios Internacionales y Director Académico del Kellogg 
Institute of International Studies de la Universidad de Notre Dame. Entre 
sus libros se incluyen Modernization and Bureaucratic-Authoritarianism
(1979); Bureaucratic-Authoritarianism: Argentina, 1966-1973, in 
Comparative Perspective (1988); y Transitions from Authoritarian Rule
(1986), con Philippe Schmitter y Laurence Whitehead.
 
En el presente artículo describo una “nueva especie”, un tipo dentro 
de las democracias existentes sobre el cual aún no se ha teorizado. 
Como ocurre a menudo, tiene muchas similitudes con otras especies 
ya reconocidas y los casos presentan una gradación entre la primera 
y alguna variedad de las últimas. Aun así, considero que las diferencias
son suficientemente significativas como para justificar el intento 
de tal descripción. El trazado de límites más nítidos entre estos tipos 
de democracia depende de la investigación empírica, así como de un 
trabajo analítico más refinado, que es el que ahora emprendo. Pero si 
realmente he encontrado una nueva especie —y no a un miembro de 
una familia ya reconocida, o una forma demasiado evanescente como 
para ameritar una conceptualización—, podría ser valioso examinar sus 
principales características.
Los académicos que han estudiado las transiciones y consolidaciones 
democráticas han señalado repetidamente que, dado que sería incorrecto 
suponer que todos estos procesos culminan en el mismo resultado, se 
necesita una tipología de las democracias. Se han realizado algunas 
tentativas interesantes centradas en las consecuencias de diversas trayectorias
hacia la democratización, en términos de tipos de democracia 
 
y modelos de políticas.1 Sin embargo, mi actual investigación indica 
que los factores más decisivos en la generación de diversas clases 
de democracia no se relacionan con las características del régimen 
autoritario precedente ni con el proceso de transición. Más bien, creo 
que debemos centrarnos en varios factores históricos de larga data, así 
como en la gravedad de los problemas socioeconómicos que heredan 
los gobiernos democráticos recién instalados.
Permítanme exponer brevemente los puntos principales de mi argumento:
1) Las actuales teorías y tipologías respecto de la democracia 
se refieren a la democracia representativa tal como es, con todas sus 
variaciones y subtipos, en los países capitalistas de alto nivel de desarrollo.
2) Algunas democracias instaladas recientemente —en Argentina, 
Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia, Filipinas, Corea y muchos países poscomunistas
— constituyen democracias en el sentido de que cumplen con 
los criterios de Robert Dahl para la definición de poliarquía.2 3) Sin 
embargo, estas democracias no son democracias representativas y no 
parecen estar en camino de serlo; presentan características que me 
inducen a llamarlas democracias delegativas (DDs). 4) Las DDs no 
son democracias consolidadas —es decir, institucionalizadas—, pero 
pueden ser duraderas. En muchos casos, no se observan señales de una 
amenaza inminente de regresión autoritaria, ni de progresos hacia una 
democracia representativa. 5) Existe un importante efecto de interacción. 
La profunda crisis social y económica que la mayoría de estos gobiernos 
heredaron de sus predecesores autoritarios refuerza ciertas prácticas y 
concepciones acerca del ejercicio adecuado de la autoridad política, que 
conducen hacia la democracia delegativa, no a la representativa.
Las siguientes consideraciones subyacen al argumento recién 
presentado.3
A) La instalación de un gobierno elegido democráticamente abre 
camino a una “segunda transición”, con frecuencia más extensa y más 
compleja que la transición inicial desde el gobierno autoritario.
B) Esta segunda transición supuestamente se desarrolla entre un
gobierno elegido democráticamente y un régimen
democrático institucionalizado y consolidado.
C) No obstante, nada garantiza que esta segunda transición se lleve a 
cabo. Las nuevas democracias pueden retroceder a un gobierno autoritario,
o se pueden atascar en una situación de ineficacia e incertidumbre. 
Esta situación podría mantenerse sin que surjan posibilidades para las 
formas institucionalizadas de democracia.
D) El elemento fundamental para el éxito de la segunda transición 
es la construcción de un conjunto de instituciones que se conviertan en 
puntos de decisión importantes dentro del flujo del poder político.
E) Para que se produzca tal exitoso desenlace, las políticas gubernamentales
y las estrategias políticas de diversos agentes deben incorporar el reconocimiento
de un interés compartido, de nivel superior, en 
 
la construcción de las instituciones democráticas. Los casos exitosos 
han mostrado una coalición decisiva de líderes políticos con un amplio 
respaldo, que prestan mucha atención a la creación y el fortalecimiento 
de las instituciones políticas democráticas. A su vez, estas instituciones 
han facilitado el manejo de los problemas sociales y económicos heredados
del régimen autoritario. Este fue el caso de España, Portugal 
—aunque no inmediatamente después de la instalación de la democracia—,
Uruguay, y Chile.
F) En contraste, los casos de democracia delegativa mencionados 
anteriormente no han alcanzado un progreso institucional ni una
considerable eficacia gubernamental para abordar sus respectivas crisis 
sociales y económicas.
Antes de desarrollar estos temas con más detalle, debo realizar una 
breve digresión para explicar en forma más precisa a qué me refiero con 
instituciones e institucionalización, de modo de hacer más nítidos los 
patrones que no logran desarrollarse bajo la democracia delegativa
 
[...]
 
* Publicado originalmente como “Delegative Democracy”, Journal of Democracy, Vol. 5, 
No. 1, January 1994: 55-69. © 1994 National Endowment for Democracy and The Johns 
Hopkins University Press.