Entendiendo al golpeador/violento en las disputas por tenencia y visitas


PorJeison- Postado em 25 fevereiro 2013

Autores: 
BANCROFT, Lundy.

 

Para cualquiera que deba hacer recomendaciones sobre tenencia, o trabaje para diseñar planes de visitas que sean seguros para los/as niños/as y para su madre, es esencial una comprensión sofisticada de la mente del golpeador/violento, de su estilo como padre, y de las tácticas que emplea más comúnmente durante la separación y el divorcio. En contra de la creencia popular, luego de que la pareja se separa, los/as hijos/as de golpeadores pueden estar psicológica, sexual y aún físicamente tan en riesgo como lo estaban cuando la familia todavía estaba unida. De hecho, muchos/as niños/as experimentan la victimización más dañina por parte del violento en esta etapa. Un golpeador genuino puede conducirse de modo convincente en el rol de un hombre acusado injustamente, y puede ser difícil diferenciar a los golpeadores que serán un grave riesgo para sus hijos durante las visitas no supervisadas, de los que pueden ser visitados sin peligro. Deben aprovecharse los insights y la experticia de los prestadores de servicios que tienen gran experiencia trabajando directamente con los golpeadores/violentos, y también debe incrementarse mucho el nivel de contribución de las propias víctimas al diseño de las políticas. Las batallas por tenencia y visitas en medio de las acusaciones de violencia doméstica requieren políticas e intervenciones (jueces, mediadores, y defensores) basadas en el máximo conocimiento, experiencia, sensibilidad e integridad. Lo que está en juego para los/as niños/as es mucho.
Este artículo deriva mayormente de los diez años de experiencia de mi trabajo como consejero y supervisor en programas para hombres violentos, incluyendo durante ese período contacto con unos 1500 de ellos y cientos de sus víctimas. Durante los primeros años trabajé casi exclusivamente con clientes voluntarios, y durante el último período principalmente con los derivados por el tribunal. Las características de los clientes cambiaron muy levemente durante ese cambio. A fines de los ´80, los profesionales de los programas para hombres violentos comenzaron a prestar particular atención al comportamiento de los clientes con respecto a validar los procesos, y comenzamos a hacer más preguntas a las víctimas sobre la conducta del hombre en relación con las visitas y tenencia. Desde que dejé el trabajo directo con golpeadores, he intervenido con frecuencia creciente como un evaluador de tenencia (como Defensor y como Investigador de Cuidado y Protección), y he trabajado estrechamente con los servicios de protección infantil.
También extraje información de numerosos estudios publicados, varios de los cuales están listados al final de este artículo. [En razón del caso he optado por referirme al golpeador como ‘él’ y a la víctima como ‘ella’, pero soy consciente de que hay un pequeño porcentaje de casos de violencia doméstica al cual este lenguaje no es aplicable.]
Perfil del golpeador
Las generalizaciones acerca de los golpeadores deben ser cuidadosas. Ellos provienen de todos los estratos socioeconómicos y de todos los niveles de educación. Tienen una amplia gama de tipos de personalidad, desde el humilde y tímido hasta el gritón y agresivo. No es fácil perfilarlos psicológicamente; frecuentemente tienen buen desempeño en las pruebas psicológicas, generalmente mejor que el de sus víctimas. Las personas que no pertenecen a su familia inmediata comúnmente no lo perciben como una persona abusiva, o aún como alguien especialmente enojado. Tienen tantas probabilidades de ser muy populares como de ser ‘perdedores’ y pueden ser visibles en sus comunidades por su éxito profesional y por su involucración cívica. La mayor parte de los amigos, familia y socios en la vida de un golpeador se sorprenden cuando escuchan lo que ha hecho, y pueden negar que sea capaz de tales actos.
Sin embargo, la pareja e hijos de un golpeador experimentan características generalizables, aunque él pueda ocultar estos aspectos de su actitud y conducta cuando están presentes otras personas.
El golpeador es controlador: insiste en tener la última palabra en las discusiones y en la toma de decisiones, puede controlar cómo se gasta el dinero de la familia, y puede establecer reglas para la víctima sobre sus movimientos y contactos personales, tal como prohibirle usar el teléfono o ver a ciertos amigos.
Es manipulador: confunde a las personas dentro y fuera de la familia acerca de su conducta violenta, tuerce los argumentos para hacer que las otras personas se sientan en falta, y él se transforma en una persona dulce y sensible por extensos períodos de tiempo cuando siente que ello le conviene. Su imagen pública usualmente contrasta mucho con la realidad privada.
Cree tener derecho: se considera a sí mismo con derechos y privilegios especiales no aplicables a otros miembros de la familia. Cree que sus necesidades deberían ser el centro de la agenda familiar, y que todos deberían enfocarse en mantenerlo feliz. Por lo común cree tener la prerrogativa de determinar cuándo y cómo tendrán lugar las relaciones sexuales, y niega a su pareja el derecho de negarse a ellas (o de iniciarlas). Por lo general cree que el trabajo doméstico y el cuidado de los niños deben ser hechos para él, y que cualquier contribución que él haga a esos esfuerzos debería otorgarle una apreciación y deferencia especial. Es altamente demandante.
Es irrespetuoso: considera a su pareja menos competente, sensible e inteligente que él, y con frecuencia la trata como si fuese un objeto inanimado. Comunica su sentido de superioridad alrededor de la casa de varias maneras.
El principio unificador es su actitud de ‘propietario’. Cree que una vez que se está en una relación de compromiso con él, se le pertenece. Esta posesividad en los golpeadores es la razón por la cual suceden tan comúnmente los asesinatos de mujeres golpeadas cuando las víctimas están intentando abandonar la relación; un golpeador no cree que su pareja tenga el derecho de terminar una relación hasta que él esté listo para ello.
La mayoría de los golpeadores/violentos no expresan sus creencias explícitamente: es muy probable que nieguen tenerlas, o aún que reclamen tener las convicciones opuestas, humanas e igualitarias. Un experimentado consejero de golpeadores puede tener que pasar varias horas con el violento antes de que empiecen a aflorar las actitudes subyacentes. Sin embargo, éstas son generalmente evidentes para las víctimas, que con frecuencia se sienten frustradas ante la habilidad del golpeador para presentar ante el mundo exterior una cara totalmente diferente. Este aspecto dual de su personalidad también ayuda a mantener confundida a la víctima acerca de cómo es él realmente, y puede contribuir a que se culpe a sí misma por las actitudes abusivas de él.
El espectro de la violencia y otras formas de abuso
El nivel de violencia física usado por los golpeadores tiene un amplio espectro. Algunos utilizan la violencia algunas veces en el mes, mientras otros lo hacen una o dos veces al año o menos. Una proporción significativa de golpeadores a los que se les hizo participar de sesiones de counseling como resultado de una condena penal, ha sido violenta entre una a cinco veces en la historia de su relación, aún dicho por la víctima. No obstante, en estos casos las víctimas reportan que la violencia había tenido serios efectos sobre ellas y sus hijos, y que la asociación con el patrón de conductas de control y falta de respeto le sirve al golpeador para negar los derechos de los miembros de la familia y ocasionar trauma.
De modo que el tipo de patrón de crueldad, intimidación y manipulación es el factor crucial en la evaluación del nivel de abuso - no sólo la intensidad y frecuencia de la violencia física -. En mis diez años de trabajo con golpeadores/violentos, incluyendo más de mil casos, casi nunca he encontrado un cliente cuya violencia no estuviese acompañada por un patrón de maltrato psicológico.
El sistema perceptual del hombre que golpea
Debido a las percepciones distorsionadas que tiene el golpeador respecto de los derechos y las responsabilidades en las relaciones, se considera a sí mismo la víctima. Los actos en defensa propia que cometen la mujer golpeada o sus hijos/as, o los esfuerzos que ellos/as hacen para reclamar sus derechos, son definidos por él como agresión en su contra. Con frecuencia es muy hábil para retorcer sus descripciones de los hechos, a fin de crear la impresión convincente de que ha sido victimizado. De este modo acumula quejas a lo largo de la relación, del mismo modo que lo hace la víctima, lo cual puede llevar a los profesionales a decidir que los miembros de la pareja ‘se maltratan mutuamente’ y que la relación ha sido ‘mutuamente hiriente’.
Aunque un porcentaje de los golpeadores tiene problemas psicológicos, la mayoría no los tiene. Con frecuencia son considerados como teniendo una baja auto estima, elevada inseguridad, personalidades dependientes, u otros resultados de sus infancias heridas, pero en realidad los golpeadores son una muestra de la población respecto de su composición emocional. Ciertos rótulos tales como ‘maniático del control’ o ‘egocéntrico’ tienen la apariencia de la precisión; pero aún estos pasan por alto el hecho de que el problema de las palizas tiene que ver con un contexto específico; en otras palabras, la mayoría de los golpeadores no tiene una necesidad de control excesivo, sino más bien tienen una excesiva creencia que tienen el derecho de ejercer el control en circunstancias familiares o de pareja. Entonces, a diferencia de otros problemas con la violencia, la conducta violenta/maltratante proviene más de la cultura que de una psicología individual. Muchos golpeadores están ‘conectados’ con sus sentimientos y son hábiles en el lenguaje de la terapia y la recuperación, lo cual deja a los evaluadores fuera del camino. Pueden utilizar sus infancias y emociones como una excusa para desviar la atención de sus actitudes posesivas y con derecho a todo.
Golpear es un comportamiento aprendido, con raíces en actitudes y sistemas de creencias que son reforzados por el mundo social del golpeador. El problema está ligado específicamente a cómo formula el golpeador los conceptos de relación y familia; en otras palabras, dentro de esos ámbitos él cree tener derecho a que sus necesidades estén primero, y a tener el control de la conducta (y aún de los sentimientos) de los demás. Un reciente estudio de investigación mostró que dos factores - la creencia en que la violencia está justificada y la presencia de personas pares que sostienen el maltrato - son los más simples e importantes predictores de cuáles hombres golpearán. En el estudio referido, estos dos factores tuvieron un impacto considerablemente mayor que el de si el hombre había estado o no expuesto a violencia doméstica cuando niño (Silverman y Williamson).
Cada golpeador tiene su propia combinación en esto de controlar y de sentir que es titular de derechos. Algunos monitorean cada movimiento que hacen sus parejas como un guardia cárcel, pero al mismo tiempo muestran una menor proclividad a sentirse titulares de derecho, y contribuyen más a las tareas de la casa y al cuidado de los niños que otros golpeadores (aunque de todas maneras menos que los no golpeadores). Otros no controlan tan severamente la libertad de sus parejas, pero se llenan de ira o se violentan cuando no son satisfechos completamente, o cuando las víctimas les recuerdan que están esquivando sus responsabilidades. También varían los niveles de manipulación y falta de respeto encubierta, con lo cual cada golpeador tiene un estilo particular.
Dado que los golpeadores son generalmente encantadores y persuasivos, y con frecuencia amables y atentos en el inicio de sus relaciones, no necesitan tener que buscar un tipo especial de mujer para victimizar. Los esfuerzos para hallar una base común entre las mujeres golpeadas desde un punto de vista de antecedentes o tipo de personalidad han sido en gran medida infructuosos (Hotaling y Sugarman), tanto como lo han sido con los golpeadores. Los prestadores de servicio que suponen que la víctima debe haber tenido problemas propios preexistentes pueden hacer intervenciones contraproducentes, así como también, la patologización puede conducir a la re victimización.
El estilo del golpeador durante la separación y el divorcio
Con frecuencia el deseo de control del golpeador/violento se intensifica cuando siente que la relación empieza a alejarse de él. Tiende a centrarse en lo que él siente que la víctima le debe, y en el ultraje/agravio ante su independencia creciente. (Con frecuencia esta dinámica es interpretada como evidencia de que los golpeadores tienen un exagerado temor al abandono’). En este punto, es probable que él aumente su nivel de intimidación y manipulación; puede, por ejemplo, prometer cambiar mientras que simultáneamente atemoriza a su víctima, incluyendo el uso de amenazas de pedir legalmente la tenencia de los/as niños/as o secuestrarlos/as.
Aquellos abusadores que aceptan el final de la relación pueden ser todavía peligrosos para sus víctimas e hijos/as, por su determinación a mantener el control sobre ellos y castigar a sus víctimas por las transgresiones percibidas. También, como veremos más adelante, es mucho más probable que sean física, sexual y psicológicamente más abusivos con sus hijos que los no golpeadores.
La propensión de un golpeador a ver a su pareja como una posesión personal se extiende comúnmente a sus hijos/as, lo que ayuda a explicar la superposición entre golpiza/paliza y abuso sexual. Tiende, por ejemplo, a tener una reacción exagerada cuando su ex pareja comienza una nueva relación, negándose a aceptar que otro hombre desarrolle un vínculo con ‘sus’ hijos/as; este tema es muy común en los grupos de hombres golpeadores. Puede amenazar o atacar a la nueva pareja, hacer acusaciones infundadas de que ésta está abusando de los/as niños/as, dejar de pagar la cuota alimentaria, o presentar abruptamente una demanda por tenencia a fin de proteger su competencia única sobre ellos/as.
Las ventajas de los golpeadores en las demandas por tenencia
Un golpeador que presenta una demanda por tenencia con frecuencia ganará, ya que tiene numerosas ventajas sobre su pareja en un juicio por tenencia. Estas incluyen:
• Su típica habilidad para afrontar una mejor representación (aunque simultáneamente insista en que no tiene dinero para pagar la cuota alimentaria).
• Su notable ventaja sobre su víctima en las pruebas psicológicas, ya que ella es la que ha sido traumatizada por el maltrato.
• Su habilidad para manipular a los evaluadores de la tenencia para que sean comprensivos/compasivos con él, y
• Su habilidad para manipular e intimidar a los/as niños/as respecto de lo que digan frente a los evaluadores de la tenencia.
También hay evidencia de que el sesgo de género en los tribunales de familia trabaja a favor del golpeador (Massachusetts Supreme Judicial Court Gender Bias Study). Aún si el golpeador no gana la tenencia, su intento puede estar entre los actos más intimidantes posibles para la perspectiva de la víctima, y puede llevarla a ella y a sus hijos a la ruina financiera.
Luego de la separación, a veces el golpeador se involucra rápidamente con una nueva pareja a quien trata relativamente bien. Los golpeadores no están fuera de control, y por lo tanto pueden mantener un ‘buen’ comportamiento por períodos extensos de tiempo – aún un año o dos – si consideran que eso les conviene. La nueva pareja puede insistir, basada en su experiencia con él, en que el hombre es maravilloso con ella, y que los problemas reportados en la relación previa debieron ser inventados, o haberse derivado de las malas dinámicas de la relación de las cuales ambos integrantes son mutuamente responsables. El golpeador puede entonces utilizar a su nueva pareja para crear la impresión de que él no es un riesgo.

Creación de una imagen pública positiva
Un golpeador se centra en ser encantador y persuasivo durante el juicio de tenencia, con un efecto que puede ser muy engañoso para los funcionarios judiciales, mediadores, jueces, oficiales de policía, terapeutas, miembros de la familia, y amigos. Puede ser hábil para discutir sus sentimientos heridos y para caracterizar la relación como mutuamente destructiva. Con frecuencia admitirá algunos leves actos de violencia, tales como empujones o arrojar cosas, a fin de aumentar su propia credibilidad y crear la impresión de que la víctima está exagerando. Puede discutir los errores que ha cometido en el pasado y enfatizar los esfuerzos que está haciendo para cambiar, a fin de hacer aparecer a su pareja como vengativa y aferrada al pasado.
Tácticas de hostigamiento e intimidación
Cuando la manipulación y el encanto no funcionan, el golpeador puede pasar a la intimidación, amenazando o atacando a aquellos que percibe como dando apoyo a su pareja. En los casos más extremos el abusador puede intentar matar a la mujer, su abogado/a, sus hijos/as, y algunas veces tendrá éxito. En algunos casos, los encargados de evaluar la tenencia han sentido temor de publicar sus recomendaciones por el miedo a la venganza del golpeador.
Los golpeadores pueden continuar su hostigamiento a la víctima por años, a través de los canales legales y otros medios, causando una re traumatización periódica de la víctima y de los/as niños/as y destruyendo la posición financiera de la familia. Los pedidos de los golpeadores por tenencia o por aumento del régimen de visitas son formas comunes de venganza por cosas que los han enojado. (También acostumbran confundir al tribunal; por ejemplo, los/as abogados/as que representan a los abusadores/golpeadores alientan a sus clientes que están acusados de abuso sexual a presentar inmediatamente una demanda por tenencia; este movimiento hará que la corte trate la acusación como ‘ocurriendo en el contexto de un juicio por tenencia’). Si el abusador logra éxitos periódicos en el tribunal, puede continuar su patrón de abuso a través del sistema legal hasta que los hijos/as alcancen la mayoría de edad.
El estilo del golpeador en la mediación o evaluación de la tenencia
Naturalmente los golpeadores procuran torcer la mediación y los procesos de las defensorías a su favor, a través del uso de tácticas varias. Quizás la más común es adoptar el rol de un hombre herido, sensible que no entiende cómo las cosas se han puesto tan mal y sólo quiere hacer que todo funcione ‘por el bien de los/as niños/as’. Puede llorar frente al mediador o defensor y utilizar un lenguaje que demuestre un considerable insight en sus propios sentimientos. Es probable que sea hábil explicando cómo otras personas han puesto a la víctima en su contra, y cómo ésta le niega el acceso a sus hijos/as como un modo de venganza, ‘aún cuando ella sabe muy bien que yo nunca haría algo para dañarlos/as.’ Comúnmente la acusa de tener problemas de salud mental, y puede afirmar que la familia y amigos de ella están de acuerdo con él. Las dos caracterizaciones negativas más comunes que usará son que ella es histérica y que es promiscua. El golpeador tiende a sentirse cómodo mintiendo, con años de práctica, y entonces puede sonar creíble cuando hace afirmaciones carentes de base. Si los funcionarios del tribunal fallan en observar de cerca la evidencia – o la ignoran – debido a su encanto, el golpeador se beneficia en detrimento de los/as niños/as. También se beneficia cuando los profesionales creen que ellos pueden ‘decir/establecer’ quién está mintiendo y quién está diciendo la verdad, y entonces fallan en investigar adecuadamente.
Debido a los efectos del trauma, la víctima de un golpeador parecerá con frecuencia hostil, disociada, y agitada, mientras el abusador/golpeador se muestra amistoso, articulado, y calmo. Entonces los evaluadores se muestran tentados de concluir que la víctima es la fuente de los problemas en la relación.
Los golpeadores utilizan cada vez más una táctica que yo llamo ‘ataque preventivo’, en la que acusan a la víctima de hacer todas las cosas que hicieron ellos. El dirá que ella fue violenta hacia él y los/as niños/as, que fue extremadamente ‘controladora’ (adoptando el lenguaje de los expertos en violencia doméstica), y que fue infiel. Si él estuvo negándole el acceso telefónico a los/as niños/as durante la visita del fin de semana, probablemente se quejará en el tribunal de que ella está evitando que él se comunique con los/as niños/as durante la semana. Si ha sido muy inflexible con el horario de visitas, la acusará de inflexibilidad. Estas tácticas pueden ser exitosas para desviar la atención de su patrón de violencia; en el medio del fuego cruzado de las acusaciones, los funcionarios judiciales están tentados de rendirse y declarar a la pareja igualmente violenta e irrazonable.
Los mediadores y defensores tienden a tener un sesgo a favor de la comunicación, creyendo que cuanto más se hablen entre sí los dos padres, las cosas irán mejor para los/as niños/as. Con frecuencia, en los casos de violencia doméstica la verdad es lo opuesto, ya que el golpeador utiliza la comunicación para intimidar o abusar psicológicamente, y para mantener presión sobre la víctima para un reencuentro. Las víctimas que se niegan a tener contacto con el violento pueden estar haciendo lo mejor tanto para ellas como para sus hijos/as, pero el evaluador puede entonces caracterizarla como la que no deja atrás el pasado o la que no tiene en cuenta lo que es bueno para los/as niños/as. Este análisis superficial juega a favor de los golpeadores.
Probablemente los golpeadores/violentos comiencen el proceso de la mediación con una cantidad irrazonable de demandas, para luego ofrecer compromisos desde esas posiciones. Esta estrategia puede hacer parecer a la víctima como inflexible, ya que se niega a ‘alcanzar un acuerdo intermedio’. Bajo estas circunstancias, ella puede ceder por temor a que el mediador la describa negativamente ante el juez. Estos compromisos pueden entonces ser usados más tarde en contra de la víctima. Por ejemplo, ella puede acordar visitas no supervisadas durante el día para evitar el riesgo de que el juez dictamine las visitas nocturnas, y luego, meses después, un abogado, un mediador o un defensor le pregunta, ‘¿si él es tan peligroso, por qué accedió voluntariamente a las visitas no supervisadas?’ Por otra parte, si ella es inflexible desde el comienzo, el violento la acusará de estar empeñada en vengarse alejándolo de los niños/as. En otras palabras, no hay manera de que ella pueda evitar la crítica y la sospecha, por lo que su dilema juega a favor del golpeador.
Finalmente, para el violento, las sesiones de mediación y el tiempo que transcurre esperando a que comiencen son oportunidades para victimizar a la mujer golpeada con miradas que dan miedo, comentarios amenazantes murmurados al pasar, acusaciones degradantes sobre ella al/la mediador/a, o comentarios intimidatorios y burlones realizados por el/la abogado/a de él.
Por qué la violencia doméstica puede ser reportada por primera vez en la separación/divorcio
El personal del tribunal y otros prestadores de servicios miran escépticamente las acusaciones de abuso que emergen durante las batallas por tenencia y visitas. Los golpeadores tratan de alimentar estas dudas diciendo, ‘Ella nunca dijo antes que yo era violento; está usando esta acusación sólo para conseguir que le den la razón’. De hecho, no existe evidencia de que las falsas denuncias se eleven sustancialmente en este momento, y hay muchas razones por las que una mujer maltratada puede no haber hecho denuncias anteriores. Los jueces, mediadores e investigadores judiciales necesitan tomar cada denuncia en sus propios términos y examinar la evidencia sin presupuestos sobre el momento en que se hace.
Es muy común que una mujer golpeada no cuente a nadie sobre el maltrato antes de la separación debido a su vergüenza, temor, y deseo de ayudar a que el abusador cambie. Muchas víctimas tienen la esperanza de que terminar con la relación acabará con el problema, un mito que comparte la mayor parte de los/as profesionales; cuando ella descubre que su abuso continúa o aún aumenta después de la separación, se ve a sí misma forzada a discutir la historia del maltrato en la esperanza de protegerse a sí misma y a sus hijos/as. No es poco frecuente para un abusador tornarse más amenazante que antes luego de la separación, y aumentar su manipulación y abuso psicológico de los/as hijos/as, por las razones expresadas más arriba.
La decisión de la víctima de separarse de un golpeador/violento es frecuentemente el último paso en un proceso de comprensión gradual que ha ido experimentando. Debido al apoyo creciente de amigos, un libro útil que leyó, o una serie de discusiones con un/a abogado/a eficaz, o con un grupo de apoyo, puede haber llegado a comprender que tiene opciones para liberarse del maltrato. Por primera vez está haciendo el esfuerzo de hablar abiertamente de la violencia doméstica, precisamente porque se está sanando/cicatrizando. Algunos psicólogos influyentes, tal como Janet Johnston (ver abajo) interpretan la reevaluación de la historia de la relación por parte de la mujer como evidencia de revanchismo y venganza, cuando esto puede estar indicando realmente una salud creciente.
La propia separación puede haberse derivado de una escalada en el nivel de violencia o conducta verbalmente degradante del hombre. Durante los dos años en que manejé todos las admisiones en un programa para golpeadores, aproximadamente el 30% de los clientes habían estado separados de la víctima desde el momento de su arresto, demostrando cuán frecuentemente una escalada de la violencia conduce inmediatamente a una separación. Lamentablemente, estos golpeadores pueden haber sido rotulados como menos peligrosos por los evaluadores, sobre la base de que su violencia fue una respuesta al estrés de la separación y el divorcio, un análisis que invierte el orden de causa y efecto.
Finalmente, debido a que un golpeador crea una atmósfera generalizada de crisis en su hogar, las víctimas y los/as niños/as tienen dificultad para poder nombrar o describir qué está sucediéndoles hasta que pueden aliviarse del temor y la ansiedad. Un período de separación puede ser la primera oportunidad para la víctima de reflexionar sobre lo que ha estado pasándole, y comenzar a analizar y articular su experiencia. Los golpeadores pueden utilizar cualquier mala interpretación de este proceso para ganarse la simpatía de los evaluadores.

Por qué el abuso infantil puede ser reportado por primera vez en la separación/divorcio

Las denuncias de maltrato infantil que surgen durante los conflictos por tenencia y visitas son tratadas con un escepticismo similar por el personal judicial y los prestadores de servicios. En contra de la creencia popular, un estudio nacional a gran escala halló que el índice de denuncias de abuso sexual infantil no aumenta en este momento (Thoennes y Tjaden). Respecto de las denuncias de violencia doméstica, no existe un reemplazo a un examen cuidadoso y no sesgado de la evidencia. Los golpeadores que maltratan a sus hijos/as pueden ser convincentes en retratarse a sí mismos como víctimas de una estrategia deliberada de parte de la víctima, a fin de hacer fracasar una apropiada investigación.

Hay dos razones salientes por las que una denuncia de maltrato infantil puede aparecer por primera vez en la separación o divorcio. Primero, los/as niños/as pueden revelar en este momento un maltrato de larga data. El estar conscientes de que se está dando una batalla por la tenencia puede hacer que los/as niños/as sientan miedo de ser ubicados bajo la custodia del maltratador, o de ser forzados a pasar más tiempo con él sin la presencia protectora de la otra figura parental. Este temor puede llevarlos a dar el paso aterrador que implica discutir el maltrato. Luego de la separación los/as niños/as pueden comenzar a pasar por primera vez extensos períodos de tiempo no supervisados con el maltratador, de modo que la violencia puede aumentar o temen que aumente. La extensión del tiempo de las visitas puede causar pánico en una víctima de abuso sexual infantil; un caso mío ilustra este punto, con una niña develando una detallada historia de abuso sexual inmediatamente después de que las visitas con su padre habían aumentado de una a dos noches cada fin de semana. Finalmente, es más probable que los/as niños/as revelen el maltrato en el medio de cualquier alteración o cambio importante en sus vidas. (Ver MacFarlane et. al. sobre los puntos mencionados).

Segundo, el maltrato infantil puede comenzar o intensificarse luego de la separación. Una vez que se termina una relación, los/as niños/as pueden ser la última vía que tiene el abusador para hostigar o castigar a su víctima, o para forzarla a la reunificación. Algunas madres víctimas informan que han sido forzadas a volver con el maltratador a fin de proteger a sus hijos/as, porque él los maltrataba, los amenazaba o era negligente con ellos/as durante las visitas no supervisadas. Muchos golpeadores/violentos son conscientes de que lastimar a lo/as hijos/as es quizás la manera más sencilla y dolorosa de dañar a su ex pareja. Aún si él no abusa sexual o físicamente de los/as hijos/as, en la mayoría de los hombres violentos el maltrato psicológico está presente en las visitas no supervisadas. Esto deriva previsiblemente de sus características actitudes de considerarse ‘titular del derecho a’, de sus conductas controladoras, su egoísmo y de su deseo de castigar. En las situaciones en que existen informes creíbles de una historia de violencia doméstica, aún cuando incluyan niveles relativamente bajos de violencia física, las alegaciones de maltrato infantil deben ser evaluadas con cuidado y sin sesgo, y sin importar el momento en que se presenten.

La conexión entre violencia física y maltrato infantil

Los golpeadores tienen varias veces más probabilidades de ser violentos con los/as niños/as que los no golpeadores, y este riesgo parece aumentar más en lugar de disminuir, cuando la pareja se separa. Múltiples estudios han mostrado que entre el 50% y el 70% de los hombres que utilizan la violencia en contra de sus parejas también son físicamente abusivos con sus hijos/as. Un golpeador tiene siete veces más probabilidades que un no golpeador de golpearlos/as frecuentemente (Strauss). Un golpeador tiene por lo menos cuatro veces más probabilidades que un no golpeador de cometer incesto (Herman 1991, McCloskey et. al.). El abuso psicológico de los/as niños/as está casi siempre presente cuando existe violencia doméstica; de hecho, el maltrato hacia su principal cuidador es una forma de maltrato emocional hacia los/as niños/as, tal como lo documentan numerosos estudios. También es cierto que es más probable que las mujeres golpeadas maltraten a sus hijos/as que las que no lo son, pero, a diferencia de los golpeadores, esos niveles de maltrato declinan rápidamente una vez que la relación (violenta) termina (Edison y Schechter).

Un golpeador también tiende a involucrar a sus hijos/as en el maltrato a la madre. Puede pedirles que le informen sobre sus actividades durante el día, degradarla o humillarla frente a ellos/as, o persuadirlos/as de que ella se merece el maltrato. Puede aún involucrarlos directamente en el maltrato hacia ella; por ejemplo, un cliente mío le enseñó a su hijito de dos años a decirle a su madre ‘mamá puta’. Puede ser cruel con los/as niños/as como una forma de llegar a ella; uno de mis clientes cortó con tijeras el vestido que su hija iba a usar en la fiesta de graduación porque estaba enojado con su esposa. Puede hacer favores especiales a sus hijos/as luego de maltratar a la madre, para ponerlos/as de su lado. Puede decirles que su madre no los/as ama. Puede amenazarla con llevarse a los niños/as, legal o ilegalmente.

Estos tipos de tácticas usualmente aumentan con la separación, y se les agregan otros, tales como decirles a los/as hijos/as pequeños ‘ahora van a venir a vivir con papá’, y otras formas de terrorismo. Si la madre tiene una nueva pareja con quien los niños/as están desarrollando un apego, el golpeador puede tratar de atemorizarlos/as acerca de él o hacerlos/as sentir culpables por su conexión con él.

Los/as hijos/as de los golpeadores tienen un especial riesgo de abuso sexual (Herman, 1991; McCloskey et. al.; Paveza; Sirles; Truesdell et. al.). El perfil de un perpetrador de incesto es similar en muchos aspectos al de un golpeador. Típicamente, el perpetrador de incesto tiene una buena imagen pública, lo que hace difícil para la gente que lo conoce creerlo capaz de cometer abuso sexual. Es alguien egocéntrico y que cree que el niño/a es responsable de satisfacer sus necesidades. Como padre es controlador y con frecuencia áspero en la disciplina, mientras que en otros momentos brinda especial atención y privilegios a los/as hijos/as – especialmente a la víctima de incesto -. Generalmente prepara al niño/a durante meses o años en un proceso de ‘acicalamiento’, parecido al comportamiento encantador y atento utilizado por los golpeadores al principio de sus relaciones. Por lo común, no tendrá una condición diagnosticable de salud mental. Tenderá a confundir amor con maltrato; así como un golpeador, puede decir ‘la golpeo porque la quiero tanto’, el perpetrador de incesto cree que los momentos en que abusó sexualmente del niño/a fueron realmente momentos de especial intimidad. Los perpetradores de incesto se definen a sí mismos como habiendo sido provocados, lo mismo que los golpeadores; por ejemplo, puede decir que un/a niño/a de cuatro años ‘lo provocó’. Frecuentemente ve al/a niño/a como una posesión personal, sintiendo que ‘nadie tiene derecho a decirme qué puedo hacer con mi hijo/a’. Esta lista de semejanzas continúa, haciendo que no sea sorprendente la elevada superposición estadística entre maltrato y abuso sexual infantil (Ver Groth; Herman 1981; Herman 1988; Leberg).

Es importante señalar que el nivel de violencia utilizado por un golpeador es sólo una medida de su riesgo para los niños/as. Su nivel de considerarse titular de derechos, su grado de egocentrismo, el alcance de su manipulación, su capacidad de crueldad, y otros aspectos de su perfil dan información importante sobre su probabilidad de abusar de los/as niños/as. Regresaremos a estas preguntas de evaluación más abajo.

La Tipología de los golpeadores de Janet Johnston y la Evaluación de Riesgo de la AFCC: La búsqueda de soluciones simples

A nivel nacional se van dando los esfuerzos para facilitar la complejidad de la evaluación de riesgo de los/as niños/as en las visitas con los golpeadores, ubicándolos en distintos tipos, basados principalmente en el trabajo de Janet Johnston. Por ejemplo, la evaluación de riesgo distribuida a nivel nacional por la Association of Family and Conciliation Courts (AFCC), se deriva fuertemente del trabajo de Janet Johnston.

Los tipos que propone Johnston son los siguientes:

Tipo A: “Maltrato masculino episódico o en curso”
Tipo B: “Violencia iniciada por la mujer”
Tipo C: “Violencia interactiva controlada por el hombre”
Tipo D: “Separación y violencia post divorcio”
Tipo E “Reacciones psicóticas y paranoides”

(Estos tipos son denominados de manera ligeramente diferente en la evaluación de riesgo de la AFCC, pero son exactamente los mismos en otros aspectos.)
El Tipo A es considerado el golpeador verdadero; es severo y frecuentemente muy violento, y utiliza la violencia para controlar a su pareja. El Tipo B es la violencia que es iniciada por la víctima; ella es herida porque es más pequeña, pero el problema es su comportamiento. El Tipo C es la violencia causada por ‘provocaciones verbales mutuas’, y otra vez es la mujer la víctima sólo porque es físicamente más pequeña; ella es considerada igualmente abusiva. El Tipo D es la violencia que resulta del estrés de la separación y para nada es típica del golpeador. El Tipo E es la violencia resultante de un problema de salud mental.

Esta tipología contiene más problemas que los que pueden ser cubiertos aquí. Los tipos fueron pre-concebidos, y los investigadores fueron instruidos para asignar cada caso a una de las categorías. La investigación tiene poca validez externa; sus tipos no tienen relación con ninguno de los patrones observados por los profesionales de la violencia doméstica en la clínica. Apoyarse en estas categorías conduce a serios errores en el diseño de los planes de visita. Como veremos, el riesgo para los niños puede ser evaluado, pero no desde este enfoque.

La gran mayoría de los golpeadores no encaja en ninguno de los tipos de Johnston, porque ellos ejercen ‘control generalizado crónico’, pero que no siempre está acompañado de la violencia más severa o frecuente. El golpeador más común es el que usa la violencia dos o tres veces en el año, cuya pareja nunca fue hospitalizada por heridas, que no evidencia muestra alguna de sadismo. No obstante, su pareja e hijos/as exhiben síntomas de trauma debido al temor que sienten por el golpeador, al repetido rechazo de sus derechos básicos, y al patrón de ataque psicológico. Evaluar el riesgo para estos niños/as desde las visitas no supervisadas es un proceso complejo, y generalmente el peligro varía de caso en caso.

Las categorías de Johnston nos alientan a evaluar a la víctima más que al abusador. El tipo ‘A’ es considerado el único verdadero golpeador; es descripto como teniendo una víctima que está severamente traumatizada, que es pasiva e introvertida, y que raramente comienza a discutir con él o a desafiarlo. Una mujer más fuerte, que se enoja más, o que generalmente es algo desagradable en sus interacciones, sería vista bajo el enfoque de Johnston como mutuamente abusiva y provocativa, el tipo de relación ‘C’; se la consideraría entonces responsable en gran medida por la violencia del hombre. En realidad, la mayor parte de las mujeres maltratadas, incluso las que están aterrorizadas, conservan algunas formas de defensa/contraataque, y continúan intentando proteger sus derechos y los de sus hijos/as. Cuanto más se niega la víctima a someterse al control del golpeador/violento, más probable es que éste escale en su violencia. Bajo esta tipología cuanto más corajudamente una mujer intenta defenderse a sí misma y a sus hijos/as, menos responsabilidad tiene el abusador por sus acciones. Utilizar este enfoque conviene a los intereses del golpeador, pero pone en peligro a los/as niños/as. El resultado de esta mirada es que irónicamente, algunos de los abusadores más peligrosos, aquellos que están más determinados a dominar a cualquier costo, son declarados como los de menor riesgo para sus hijos/as.

Los estudios de sobrevivientes de trauma también demuestran que los síntomas varían mucho de persona a persona. Algunas mujeres golpeadas pueden tornarse pasivas e introvertidas, pero es más probable que otras muestren hostilidad, pensamiento disociado, o desconfianza extrema, precisamente como una respuesta a la severidad del abuso que han soportado; el segundo grupo es el que tiene más probabilidades de ser rotulado como ‘provocador’. Las mujeres en este grupo son las que tienen mayor riesgo de que su abusador gane la tenencia o la extensión de las visitas no supervisadas, lo que luego puede ser utilizado para aterrorizarla a ella y a los niños/as.

Los golpeadores/violentos casi siempre caracterizan sus relaciones como mutuamente abusivas, si es que llegan a reconocer algún problema de conducta de su parte. Sin embargo, bajo estrecha investigación, la mayoría de los golpeadores/violentos, aún aquellos que utilizan un nivel relativamente bajo de violencia física, muestran estar involucrados en patrones considerables de degradación verbal, abuso psicológico, y otros tipos de crueldad de su parte, con un marcado desequilibrio de poder. Nada sustituye a una cuidadosa evaluación para ver si este es el caso.

El concepto de ‘violencia resultante de provocaciones verbales mutuas’ es en sí mismo inquietante. ¿Qué clase de discusión le es permitida a una mujer antes de que sea definida como provocando violencia? Es probable que una mujer que está siendo abusada tenga múltiples fuentes de resentimiento: la continua carga del cuidado de los/as hijos/as; los insultos y ofensas, los comentarios sexuales degradantes, los flirteos, la negligencia, la violencia. Si periódicamente se encoleriza y confronta airadamente a su abusador sobre estos temas, ¿está provocando violencia? ¿Existe alguna manera en la que ella pueda defender enérgicamente sus propios intereses y los de sus hijos/as sin que sea etiquetada como provocadora? Esta caracterización sólo puede servir a los intereses del abusador. De hecho, parece la adopción del punto de vista del abusador, aprobando/respaldando su forma de caracterizar a su víctima como responsable por las acciones de él. Johnston aún va tan lejos como decir que si una mujer ‘trató de abandonarlo o se negó a comunicarse con él’, la respuesta violenta del abusador debería ser considerada como parte de una provocación mutua (Johnston, pg. 196).

En síntesis, el peligro que un golpeador/violento representa para sus hijos/as sólo puede ser evaluado examinándolo a él (tal como indicaría el sentido común), no examinando a su víctima.

La categoría ‘estrés de la separación’ (tipo ‘E’ ) también es riesgosa. Como se planteó arriba, la separación puede ocurrir como resultado de una escalada en el patrón de violencia, siendo el ataque físico el último eslabón. Probablemente esa escalada continúe después de la separación, con implicancias importantes para los/as niños/as. La formación de este tipo también plantea una pregunta clínica importante: ¿Johnston está sugiriendo que no hay una diferencia significativa entre los hombres que utilizan la violencia en respuesta al estrés de la separación y los que no lo hacen? De hecho, la mayoría de los hombres no la utilizan hacia sus parejas, aún durante un divorcio reñido; es probable que aquellos que lo hacen tengan las otras características típicas de los golpeadores/violentos. Por tanto, su riesgo para los/as niños/as tiene que ser apropiadamente evaluado.

Algunos otros problemas que son prioritarios mencionar:
Primero, este enfoque (de Johnston) está basado en el supuesto de que el riesgo para los/as niños/as durante las visitas proviene principalmente de la exposición a nuevos actos de violencia física. Con lo serio que es este riesgo, de hecho no es el más importante. El peligro mucho más grande es el del abuso físico, sexual y psicológico del abusador durante las visitas. Los niños/as que han vivido la violencia doméstica son particularmente vulnerables psicológicamente, porque ya están llenos de cicatrices por la violencia a la que han estado expuestos. La tipología de Johnston no hace nada para identificar a aquellos golpeadores que tienen más probabilidad de abusar de sus hijos/as después de la separación; no examina qué clase de atmósfera/clima asiste a los/as niños/as para recuperarse del trauma del divorcio y la violencia doméstica, y no discute ningún otro tipo de indicadores del riesgo que un golpeador supone para los/as niños/as que no sea su nivel de violencia física.
Segundo, esta tipología no hace nada para ayudar a evaluar el riesgo de que un golpeador vuelva a golpear en su siguiente relación. Aunque los golpeadores culpan a su pareja actual y a la dinámica específica de esta relación por su propia violencia, tanto los estudios de investigación como la experiencia clínica muestran claramente que el problema yace dentro del golpeador. Sin importar su nivel de violencia física, los golpeadores tienen una elevada probabilidad de usar la violencia en su siguiente relación estable. Por lo tanto, los/as hijos/as de los golpeadores están en riesgo de exposición a la violencia doméstica en la nueva relación de su padre.
Algunas veces Johnston acepta literalmente las explicaciones de sus acciones que dan los golpeadores. Escribe, por ejemplo, sobre hombres que ella dice que abofetean a sus parejas ‘en un intento equivocado de oponerse a su “histeria”’ (pg. 196). Los golpeadores son conocidos por su violento castigo a sus parejas cuando éstas intentan expresar su enojo, de lo cual aparentemente Johnston no se da cuenta. Ella está realmente describiendo a un golpeador que es muy intolerante frente a los esfuerzos de su víctima por tener una voz, lo cual tiene implicancias de largo alcance tanto para ella como para sus hijos/as.
Johnston parece no percatarse de la superposición entre golpiza y perpetración de incesto. En uno de sus artículos (Johnston, Julio 1993), en un llamativo pasaje describe la relación entre niñas de entre 7 y 8 años de edad con sus padres golpeadores/violentos:
“En general, existían vínculos pobres entre estos hombres y sus hijas, especialmente
entre los consumidores de sustancias, con mutua seducción y provocación de su agresión. Estos padres necesitaban validación de su masculinidad y atractivo; ellos buscaban esa afirmación de sus pequeñas hijas.”

Johnston no muestra señales de reconocer esto como incesto, aunque esto se lee como una descripción de un curso de entrenamiento sobre abuso sexual. También es importante señalar que considera a estas niñas igualmente responsables por las dinámicas de sus relaciones con sus padres, lo cual por cierto plantea preguntas sobre su juicio al asignar responsabilidad por el abuso en las relaciones adultas.

En los casos en que el golpeador/violento tiene una enfermedad mental (Tipo E), no puede presumirse que este trastorno sea la causa de su maltrato. La mayoría de los golpeadores mentalmente enfermos tienen también las actitudes y conductas típicas de los golpeadores, y por lo tanto enfocar solamente el problema de salud mental no reducirá necesariamente la violencia doméstica. Johnston parece no darse cuenta de que una persona puede simultáneamente tener un problema de salud mental y de violencia, ninguno de los cuales es reducible al otro.
El Tipo B, en el que la víctima inicia la violencia, también necesita ser tratado con cuidado. La pregunta sobre cuál persona golpea primero es de un valor limitado en la evaluación de la violencia doméstica; las preguntas más relevantes son qué parte siente miedo, qué parte está siendo sistemáticamente abatida o controlada, y qué parte está sufriendo un daño psicológico prolongado. A veces la evaluación cuidadosa revela una imagen muy diferente a la de la impresión inicial.
La evaluación del riesgo para los niños/as en las visitas con un golpeador
Evaluar la seguridad de los/as niños/as con los golpeadores durante las visitas no supervisadas requiere un examen cuidadoso de toda la evidencia disponible, con la menor cantidad posible de preconceptos sobre la credibilidad de cada parte. Aún un profesional altamente calificado no puede ‘simplemente darse cuenta’ que un presunto golpeador/violento está diciendo la verdad o si es peligroso, incluso después de varias horas de entrevistas y aún con la asistencia de pruebas psicológicas. Estas pueden ser fuentes importantes de información, pero la evaluación cuidadosa de la versión de los eventos por parte de la supuesta víctima, comparada con fuentes externas (para evaluar la credibilidad), el examen de los registros judiciales, y la confrontación del presunto abusador para examinar sus reacciones son esenciales para una evaluación.
Cuando existe evidencia convincente de una historia de violencia doméstica, el riesgo para los/as niños/as derivado de las visitas no supervisadas puede ser evaluado examinando:
• La historia de maltrato directo o la conducta irresponsable del abusador hacia los/as niños/as.
• Su nivel de crueldad psicológica hacia la víctima.
• Su nivel de disposición para herir a los/as niños/as como un aspecto deliberado o incidental de herir a la madre (tal como arrojarle cosas a la madre, estando los/as niños/as cerca; ser malicioso, o poner deliberadamente en riesgo a los/as niños/as cuando está enojado con ella; dejando de pagar la cuota alimentaria cuando tiene recursos para hacerlo).
• Su nivel de manipulación hacia los miembros de la familia.
• Su nivel de egoísmo y egocentrismo hacia los miembros de la familia, incluyendo las expectativas de que los/as niños/as deberían satisfacer sus necesidades.
• Si ha sido violento o atemorizante físicamente en presencia de los/as niños/as.
• Si ha degradado verbalmente a su pareja en presencia de los/as niños/as.
• La severidad o la frecuencia de su violencia física y de las amenazas, incluyendo las amenazas de lastimarse a sí mismo.
• Su historia de ataques sexuales hacia la madre, que están ligados al incremento del riesgo de abuso sexual de los/as niños/as y del peligro físico.
• Su historia de violaciones de los límites hacia los/as niños/as.
• Su historia de abuso de sustancias.
• El nivel de control coercitivo que ejerce sobre su pareja y los/as niños/as.
• Su nivel de sentirse con derechos (actitud de que su violencia está justificada; expectativa de que sus necesidades deberían ser siempre provistas, considerando a los/as niños/as como sus posesiones personales).
• El alcance de su no involucración con los/as niños/as (por ej. no conocer información básica, como la fecha de nacimiento del/la niño/a, el nombre de los pediatras o maestros/as, o las rutinas básicas del cuidado diario de los/as niños/as).
• Su nivel de rechazo a aceptar el fin de la relación.
• Su nivel de rechazo a aceptar la presencia de la nueva pareja de la madre en la vida de sus hijos/as.
• Su nivel de rechazo a aceptar responsabilidad por acciones pasadas de maltrato (incluyendo continuar insistiendo en que la relación fue más o menos igual y mutuamente destructiva, la continua insistencia de que su violencia fue provocada, la continua minimización).
• Su nivel de intensificación en la escalada de violencia.
• Su nivel de inhabilidad para anteponer las necesidades de los/as niños/as por delante de las suyas y para dejarlos/las fuera de los conflictos con su pareja.
• Las edades y géneros de los/as niños/as (los/as niños/as pequeños/as pueden ser más vulnerables al maltrato psicológico o físico, y las niñas de algún modo están en un mayor riesgo de abuso sexual).
Nótese que el nivel de la violencia física del golpeador/violento y lo penetrante de su control son factores importantes, pero son sólo dos entre los muchos otros que tienen que ser evaluados. Por ejemplo, la actitud de sentirse con “derecho a” ( o ser titular de derechos) y de su egocentrismo; la historia de violaciones a los límites; el nivel de manipulación, y los ataques sexuales a su pareja son los mejores predictores del riesgo de abuso sexual. La información que proviene de las evaluaciones y pruebas psicológicas está limitada por su aptitud/capacidad para evaluar el peligro, pero pueden apuntar a temas adicionales que necesiten ser abordados.
Con una lista de factores tan larga y compleja para considerar, es evidente que la formulación de abordajes para declarar que algunos golpeadores son seguros y otros no, es imposible. Los mediadores, los defensores y los jueces necesitan estar preparados para dedicar a ello algún tiempo extra (lo cual es comprensiblemente difícil de hacer). Es esencial el entrenamiento intensivo en violencia doméstica para aquellos que trabajen tanto con las víctimas como con los abusadores.
Las afirmaciones de los/as niños/as sobre su visión de la situación deben ser abordadas con sumo cuidado. Los/as hijos/as de un abusador pueden aliarse con él a fin de protegerse a sí mismos/as, o porque él ha sido exitoso en persuadirlos a través de sus palabras y acciones, de que su madre no merece respeto. A los/as niños/as pequeños/as no debería preguntárseles sobre sus preferencias sobre la tenencia o visitas. Está en discusión la sensatez o la sabiduría de preguntar a niños/as aún mayores sobre este tema.
Debido a las complejidades involucradas en la evaluación del riesgo para los/as niños/as en las visitas, al hacer las evaluaciones se desvaloriza y subestima la utilidad de un programa para golpeadores con certificación estatal. El programa está familiarizado con las pautas de comportamiento y las formas de pensar comunes a los golpeadores/violentos, y por lo tanto puede ayudar a lidiar con los clientes más peligrosos. Los profesionales que atienden a los golpeadores tienen mucho más conocimiento y experiencia que otros con respecto a esta particular población, sin importar su título profesional. El programa dedica muchas más horas que lo que puede hacerlo cualquier funcionario judicial a lo largo de un período de semanas o meses, y de ese modo obtiene un importante cuerpo de información e insight. Utilizar el programa para golpeadores como una condición para las visitas, sean supervisadas o no, podría ayudar a los mediadores, defensores, y jueces a tomar sus determinaciones de más largo plazo. Deberían evitarse los programas no certificados y más nuevos para estos casos delicados, donde las potenciales consecuencias de los errores en el juicio son elevadas.
Los tribunales de familia necesitan convertirse en un vínculo más fuerte en la respuesta de la comunidad a la violencia doméstica, ya que las disputas por tenencia y visitas son una de las arenas donde ocurre la mayor re-victimización de las mujeres golpeadas y de sus hijos/as (y con frecuencia continúa por años). En los meses y años por venir se requieren las discusiones más cuidadosas y concienzudas/meticulosas y una investigación más rigurosa, con una muy elevada participación de especialistas en mujeres golpeadas y golpeadores. Personal judicial experto, defensores, y otros prestadores de servicios también necesitan participar en mesas redondas comunitarias sobre violencia doméstica, de modo de llegar a ser parte de la red de seguridad de la comunidad. A través de los grupos de trabajo multidisciplinarios, se comparten el conocimiento y las perspectivas, se produce el aprendizaje mutuo que proviene de la experiencia y experticia acumulada de los oficiales de policía, fiscales, defensores de mujeres golpeadas (incluyendo ex mujeres golpeadas), consejeros/as de golpeadores, abogados/as especializados en violencia doméstica, terapeutas preocupados/as, y otros. El potencial de recuperación entre los/as niños/as traumatizados/as por la violencia doméstica depende de estos tipos de esfuerzos de la comunidad, a fin de aumentar la sofisticación de nuestras respuestas.

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© 2010, Lundy Bancroft. All Rights Reserved. 2012

(1) “Understanding the Batterer in Custody and Visitation Disputes”
(2) Traducción de Susana Tesone

 

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